Entrevista a Francisco Brines
DOI:
https://doi.org/10.14672/1.2013.1087Resumen
En la gran casa o caserío (pero no caserón, porque no le gusta el aumentativo a Francisco Brines, Paco para los amigos), situado en el lugar de Elca, cerca de Oliva, donde ha vuelto a vivir el poeta anciano, abril inunda con su luz radiosa los naranjos con sus frutos de oro que se pierden en la línea azul del mar. Todo es trino y canto de pájaros. Un gorrión ha hecho su nido en la boca de una pequeña ánfora y mira sorprendido al intruso. El entorno huele a azahar, a jazmín, y el perfume se confunde con los colores del hibisco, el acanto, el mirto, los geranios y las glicinias, que corren en el jardín y trepan por las paredes interiores del edificio.
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